“Chicas, en Carrefour tienen 40% de descuento en juguetes, por si queréis adelantar alguna compra”
Acabo de recibir este mensaje en el grupo de Whatsapp de padres del colegio.
Dejando de lado la primera palabra, aunque podría decir mucho sobre lo consentidores que se vuelven los varones cuando llega la etapa de pistolas, espadas, etc…, tengo que decir que me ha dado una sacudida, como si me hubieran golpeado…
Sí. Entiendo perfectamente que Carrefour haga descuentos antes del Black Friday, y creo que mucha gente, mi marido incluido, picará el anzuelo. Pero, en serio ¿Qué estamos haciendo?
En septiembre fue el 7º cumpleaños de mi hija mayor, y lo celebró en el colegio con todas sus amigas. Le regalaron un montón de cosas, y eso que ahora los padres se ponen de acuerdo y se hacen bizum para compartir regalo. Había bastante paquete. Todo muy rosa, con unicornios y pulseras, y entre todo había un puzzle.
Cuando fui a buscarla con sus hermanos pequeños, nada más verme, viene a mi encuentro, saca el puzzle y dice:
– Gabi, toma, esto para ti, no lo quiero. Los puzzles no me gustan.
Así, delante de todos: los padres, sus amigas, todos…
Pude contenerme y salir de allí sin más estropicios. Casi se me cae la cara de vergüenza y de pánico.
¿Generosidad con su hermano? Ja, un Jamón.
¿En qué momento he dejado de educarla en el agradecimiento, o en el no sentirse con derecho a todo? ¿Cómo se puede conseguir que tu hija sea generosa y piense en los demás en una sociedad donde el valor reside en lo que tienes y no en uno mismo?
Según parece, se acerca la Navidad, momento perfecto para ayudar a nuestros hijos a ser generosos y a valorar lo que merece ser valorado, y a aprender a no darle importancia a lo que no lo tiene.
Los juguetes, los regalos, son una cosa extra. No son necesarios ni son obligatorios y muchos niños no saben ni que existen. ¿Por qué nuestros hijos piensan que son obligatorios y que tienen derecho a ellos? No sería mejor que pensaran que a pesar de no merecerlos “alguien” (quien queráis) ha pensado en ser generoso y ha pensado en ellos y se los ha regalado sin querer nada a cambio y solo por amor. ¿No es mejor que se ilusionen con algo de lo que no son merecedores pero que lo reciben con ilusión y gratitud?
Este año voy a intentar regalar menos y prepararlos más. Porque quiero niños ilusionados con la generosidad, niños alucinados con que alguien haya pensado en ellos. Pero, sobre todo, quiero niños capaces de compartir los regalos que más les gustan, y de disfrutar con lo que tienen y con lo que son.
Porque, de lo contrario, tendremos niños que no valorarán sus cosas.
Y no se valorarán a sí mismos.
