
Hijos, casa, ropa, trabajo, marido…
Tengo todo lo que necesito, incluso me puedo permitir algún capricho de vez en cuando, mi familia esta sana y todo nos va bien.
Debería estar todo el día dándole gracias a Dios por todo lo que me ha dado y estar alegre y sonriente siempre. Pero no es así.
A pesar de todos los dones, me enfado, no llevo bien las contrariedades, los niños sacan lo peor de mi y hasta mi marido me cae mal. A veces llego a pensar que tengo un problema de apatía o incluso una pequeña depresión.
¿Por qué esos momentos de tristeza? ¿Por qué esos momentos de mirar a mi alrededor y tener ganas de llorar? ¿Por qué esa nostalgia a la libertad perdida de cuando era soltera?
No sé si es por la falta de organización, falta de capacidad de pedir ayuda o no saber gestionar la ansiedad o por tener varios hijos seguidos. Pero la realidad es que esto pasa y mucho.
Cuando los mayores se pegan por los lápices, el pequeño se hace pis y caca en el salón y el bebe decide no dormir la siesta. Miro la cena sin hacer y pienso en lo bien que estaba en casa de mis padres.
Cuando mi marido tiene un mal día en el trabajo y justo coincide con el peor día del ciclo pienso en irme a un hotel.
Sí, lo se. Son cosas pequeñas, cosas sin importancia, tentaciones del cerebro y el corazón cuando se esta agotada y hasta las narices de todo. Pero si todo eso hace que te vengas abajo y que no puedas lidiar con las contrariedades o con las dificultades del día a día, se convierte en un problema familiar. Y si el padre o la madre están quemados la familia no funciona bien.
Hay que ponerle solución.
¿Por qué estoy triste o con ganas de huir? ¿Por qué me pone todo nerviosa? ¿Por qué me tengo que controlar para no pegar a alguien? ¿Por qué grito más a los niños?
Hay que remontarse a las horas anteriores a la explosión de gritos o lagrimas y ver qué ha pasado. ¿No será que los niños llevan todo el día sin salir de casa y por eso se pegan y chinchan más?
Los niños se portan peor cuando tienen hambre, sueño o están aburridos. Tu estás más sensible en determinados momentos del ciclo o cuando has tenido una pelea con una amiga o no has dormido bien. Sí, son obviedades, pero la realidad es que nos vemos con la explosión de rabia, tristeza o frustración y no somos capaces de ver los motivos y pensamos que no podemos con todo o que nuestro marido no nos ayuda o que nadie nos valora o que nuestro hijo es hiperactivo.
Yo soy colérica y cuando estoy estresada o no llego a todo y mis hijos se portan mal exploto en una mezcla de ira y frustración que lo pagan todos los de la casa incluidos los muebles. Muchas veces me he tenido que ir a la calle, literalmente, para no pegar a nadie o gritarles en la cara. (gracias marido, por la paciencia que tienes conmigo).
Pero no es justo. No es justo para el público que ve tu explosión, normalmente los niños. No es justo para tu marido que tiene que recoger los platos rotos, y tampoco es justo para ti porque luego te sientes culpable y piensas que vales menos de lo que realmente vales. Y todo por no saber hacer algo muy sencillo.
Hay que buscar al culpable de tu frustración, de tu “explosión”. Si los días en que notas que estás más triste y que lo paga la familia te sientas y escribes lo que has hecho y sentido en las horas anteriores, normalmente das con el culpable.
Mis “explosiones” suelen coincidir con los días en que:
No hago la cena antes y la tengo que hacer mientras baño a los niños.
No hago deporte.
Estoy muchos días sin salir con mis amigas.
Paso muchas horas delante del ordenador.
Como demasiado, luego estoy llena y los niños me caen peor.
Noto “lejanía” con mi marido. (esto lo explico en otro artículo).
Etc…
Es fundamental para conseguir la paz y la felicidad, en una familia, que los adultos tengan los menores focos posibles de estrés y ansiedad y darle menos motivos a la vida para cargar tu mente y tu corazón de dinamita que cause esas “explosiones”. Y todo lo que podamos evitar será bienvenido porque muchas veces nosotros mismos somos los causantes de nuestra propia tristeza y frustración.
Para todo lo demás solo podemos abandonarnos en Dios y Él nos ayudará a superarlo.
