
Acababa de nacer mi primera hija. Fue un parto espantoso.
Creo que no habían pasado ni 24 horas, yo estaba todavía con el efecto de la adrenalina que soltamos después del parto y me encontraba fenomenal y muy animada. Todo era mágico y muy bonito. El parto se me hacía tan lejano que ya no me acordaba de lo malo que había sido.
Cuando entra el médico a verme y me dice:
-Bueno que, ¿ya has llorado?
– ¿Llorar? ¿Por qué iba a llorar?
La gente es muy exagerada, pensaba… Pero el médico se fue con una cara de condescendencia que me molestó un montón.
El caso es que esa tarde, todavía en el hospital, me puse a llorar sin ningún motivo. Bueno, sí.
Lloraba por la episiotomía.
Lloraba por el cansancio de las visitas.
Lloraba recordando el dolor del parto.
Lloraba por la responsabilidad abrumadora.
Lloraba por el dolor del pecho.
Lloraba por la falta de comprensión masculina,
y ya no paré de llorar en mucho tiempo.
Volvía a llorar cuando mi marido se iba a trabajar y me dejaba sola.
Volvía a llorar cuando venía una amiga a verme y me ponía el lavaplatos.
Volvía a llorar cuando la niña lloraba…
Y estuve llorando hasta que la niña empezó a dormir 6 horas seguidas.
Desde aquel parto siempre lloro en los postpartos, y en los meses siguientes, pero tengo que reconocer que ese fue el único en el que lloré en el hospital, sin motivo aparente. Supongo que sería porque no sabía a lo que me enfrentaba, y todo se me hizo un mundo.
Creo que a las primerizas hay que dejarlas llorar. Es más, tienen que hacerlo. A todas nos viene bien, pero a ellas especialmente.
Es súper normal llorar después del nacimiento de los hijos. A pesar de parecer una desagradecida y una mala madre, creo que es muy necesario.
La maternidad es dura. Me dan igual las circunstancias que te rodeen, o las fuerzas que tengas, siempre es duro y no pasa nada por decirlo y expresarlo.
Nunca había entendido la expresión de morir a uno mismo hasta que no fui madre, y nunca había experimentado el sacrificio desinteresado hasta que no me quedé embarazada por primera vez.
¡Así que sí! Hay que llorar, hay que desahogarse, hay que decir que la maternidad es dura, que a veces nos gustaría volver a nuestra vida anterior.
Y no pasa nada. La vida es así. Así es la maternidad.

Jajaja, pero si eres bloggers!!
Crack!!
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jajajajja. me divierte.
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