
Me confieso culpable.
Cuando mi hija mayor tenia 6 meses le ponía la Tablet por las mañanas para poder dormir un rato más. También le ponía el móvil para que comiera toda la comida y sí, también se lo ponía para que se callara o para distraerla cuando hablaba con mis amigas. Todo eso lo hacía y era maravilloso, casi mágico, habían inventado algo que hacía que los niños se quedaran quietos, obedientes y totalmente sumisos.
Podía trabajar, hacer la casa, descansar y cocinar. No había peros. Era la solución a todos mis males.
Entonces un día se me abrieron los ojos, la niña empezó a mostrarse un poco agresiva. Cuando le quitaba el móvil lloraba y gritaba. Un día le quité la Tablet sin avisar y me agarro del brazo con una rabia que me asusto.
Lo vi claro. Mi hija estaba enganchada. No solo enganchada, sino enganchada por mi culpa. Tenía adicción a las pantallas por mi comodidad y vida fácil. Le había creado esa necesidad.
Ahora me doy cuenta de que algo que hace que un niño este quieto, obediente, callado y sumiso durante un periodo largo de tiempo no puede ser bueno, ya que no está en la naturaleza del niño estar así salvo cuando están dormidos. Y eso sin hablar del contenido que pueden ver. No lo quiero pensar mucho porque me vuelve esa culpabilidad ya superada.
Siempre estamos a tiempo de reconducir la situación. Mis hijos pequeños han nacido y se están criando casi sin pantallas. Es cierto, el confinamiento tiró por tierra gran parte de lo que había conseguido, pero a pesar de eso, son niños con imaginación, que se entretienen solos, comen solos y todo sin pantallas, cosa que hace 5 años me parecía impensable.
Si acabas de empezar esta aventura y tu hijo es un bebé le harás un gran favor si le alejas todo lo posible de las pantallas. Ponle música, cuentos para que los escuche, pero que no mire la pantalla.
Si ya tienes a tus hijos enganchados, como me pasó a mí, todavía estás a tiempo. Los niños pueden ver un capitulo de la patrulla canina de vez en cuando pero que necesiten la Tablet o el móvil, eso no se puede consentir. Los niños no deberían necesitar las pantallas para nada. Es nuestra responsabilidad quitarles esa necesidad que le hemos creado antes de que se convierta en un problema para su desarrollo, conducta y personalidad.
¡Buena suerte!
