Supermadre

Querida amiga, hoy quiero compartir contigo una experiencia de una muy buena amiga mía, que creo que nos puede ayudar mucho, a mi mucho desde luego. Lo público con su autorización y con toda mi gratitud.

Espero que esta experiencia nos haga reflexionar sobre esa actitud de superpoderosas que solemos tener las madres que pensamos que llegamos a todo o peor, que tenemos que llegar a todo, porque todas lo hacen. MENTIRA, nadie llega a todo y nadie debería intentarlo, no es bueno para la salud.

 Lau, te debo un favor.

“Se que mucha gente piensa que la tristeza o la ansiedad son voluntarias y que con buena actitud se superan o se vencen. Pero, a veces, las fuerzas que tiene uno para luchar son tan escasas que no eres capaz, por ti mismo, de salir del agujero. Esto me pasó.

Después de varios años teniendo hijos y ocupándome de ellos con el trabajo, la casa, etc. Apareció esa sensación constante de sentirme atada a una gran roca que no me dejaba libertad e iba cayendo sin darme cuenta en el abatimiento, enfado y en la irritación. Poco a poco esa sensación de asco a la propia vida se iba haciendo cada vez más grande en mi interior. Empecé a sentirme mal, lloraba todo el rato y no era capaz de controlar los nervios. Después de los momentos de crisis cuando el estrés se desbordaba y después de pasar media hora llorando incontrolablemente, una vez calmada intentaba hacer el ejercicio racional de entender que iba mal en mi vida.

¿Por qué no era feliz? Si todo me iba bien, hijos que quería, un buen marido, amigos, un trabajo que me gustaba, una casa que me encantaba, etc.

No tenía ningún motivo racional para la tristeza o la desesperanza, objetivamente me estaba comportando como una niñata, así de simple, lo único que tenia que hacer era controlar mi mal carácter y que esos gritos y esas salidas de olla iban a desaparecer en cuanto controlara esa ira horrible que tengo. Pero la cosa no mejoraba, de hecho, cada vez estaba peor el confinamiento no ayudó mucho, la verdad.

Hasta que las personas que vivían conmigo se empezaron a dar cuenta, empezaron a decirme que estaba desbordada, que necesitaba ayuda, que hiciera deporte, etc. Yo, ignorándolos a todos, pensaba que si no podía con mi vida era una mala madre o una fracasada y no podía ser. Yo a base de puños podía con esto. Yo podía con todo.

Mi vida me estaba quemando, a lo bestia, ese famoso “burn out” que tanto oímos en los trabajos pero que nos da tanta vergüenza reconocer con nuestra vida privada.

Hay veces que nuestra vida nos quema, y si no pedimos ayuda podemos terminar siendo unos infelices y empezar a creer que nuestra vida no tiene sentido, y podemos caer en depresión o simplemente coger la maleta y abandonar nuestro hogar.

Con esta situación de hoyo profundo y sin entender mucho lo que me pasaba, acepté el consejo/obligación de gente que me quiere y me fui a ver a un experto en salud mental. 

Ahora lo veo todo muy obvio, pero en ese momento, cuando estás en el agujero negro y todo te hace llorar, que alguien te diga las verdades a la cara ayuda. Duele, sí, pero sobre todo ayuda.

Los expertos en salud mental tienen esa capacidad de cogerte la mente y los sentimientos, ordenarlos, colocarlos a la vista y explicarlos. Y de repente lo ves todo clarísimo y te das cuenta de que estas fatal pero que todo tiene solución.

A mi en concreto me “obligó” a aceptar ayuda con los niños, la casa, a dedicar tiempo para hacer cosas agradables, etc. Así de simple, le hice caso y mi vida no tiene color, simplemente aceptando la ayuda de los demás, dejándome cuidar un poco y entendiendo que no se puede hacer todo. Ahora mi vida es mucho más tranquila. Por supuesto sigue siendo un caos absoluto, pero estoy bien, en paz.  He cambiado mi actitud, ya no pierdo los nervios, no lloro y las cosas las manejo mucho mejor.

 ¡estoy en proceso, pero lo veo todo bien!”

Deja un comentario